La universidad y el derecho medieval europeo
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Director del Centro de Estudios Medievales de la Universidad Gabriela Mistral.
El Centro de Estudios Medievales de la Universidad Gabriela Mistral ha invitado a Chile al profesor Dr. Félix Martínez Llorente, Catedrático de Historia del Derecho y las Instituciones de la Universidad de Valladolid. El académico dictará una conferencia sobre heráldica en la Academia Chilena de la Historia el martes 8 de agosto y un curso intensivo sobre las universidades medievales y el derecho común europeo (7 al 11 de agosto, en la Universidad Gabriela Mistral). El profesor Martínez es Miembro de Número del Colegio Heráldico de España y las Indias, además de Académico Correspondiente de las Reales Academias Matritense de Heráldica y Genealogía, Jurisprudencia y Legislación y de la Real Academia de la Historia.
-Jacques Le Goff y otros historiadores que se dedican al estudio de la Edad Media plantean que la cultura europea y la idea de Europa se forjan en los siglos medievales. ¿Cuál es su visión al respecto?
-Es indudable el peso específico que en la forja de una concepción unitaria, tanto en lo político como en lo cultural, de Europa tiene el período medieval. Muchas de las instituciones de las que en la actualidad gozan las democracias más consolidadas del mundo disponen de un origen medieval, un período que como ningún otro sigue fascinando a historiadores y gente del común, además de ser genuinamente europeo.
-Usted viene a Chile dictar un curso sobre las universidades y el derecho común europeo. ¿Qué papel jugaron esas instituciones y el derecho en la conformación de una cultura común en Europa?
-La Universidad o Estudio General de Bolonia, surgida como centro académico a fines del siglo XI en la Italia norteña de la Reggio Emilia, ha sido reconocida como el lugar en el que se produjo el renacimiento del estudio del Derecho Romano, bajo el magisterio del primero de los juristas medievales, Irnerio. Fue este autor el que centró la actividad de la nueva institución en torno a la obra jurídica del emperador oriental Justiniano, como objetivo diferente al de las –hasta el momento- tradicionales siete Artes Liberales del Trivium y Quadrivium, que atraerá a escolares no sólo de toda Italia, sino también del resto de los reinos de la Europa medieval, abriendo el saber humano del momento a nuevas orientaciones y materias. El modelo boloñés irradiará pronto a través de sus numerosos escolares y maestros a otros ámbitos políticos y países, erigiéndose nuevos templos del saber: París, Montepellier, Avignon, Orléans, París, Oxford, Cambridge, o Palencia y Salamanca, en España. Pero lo más importante, por encima de cualquiera otra consideración, era que se difundía un único derecho –un perfecto ordenamiento jurídico- para toda la res publica christiana, para todo el mundo entonces conocido de raíz cristiana, forjado sobre dos elementos fundamentales, el derecho civil del Corpus Iuris justinianeo y el canónico o derecho de la Iglesia Católica, que acabaría con la diversidad normativa fortaleciendo un concepto unitario tanto en lo jurídico como en lo político-institucional bajo la presidencia del Emperador -para unos- o del Papa –para otros-. Nuestro derecho actual y, por extensión, el derecho de corte y naturaleza romanista de las naciones americanas, así como buena parte de la concepción e instituciones política de la que hacemos uso en nuestros días, son tributarias en su práctica totalidad de las elaboraciones y estudios que se forjaron en tales materias desde el Alto Medievo europeo.
-Este año se cumple el quinto centenario de la Reforma de Lutero. ¿Fue ese el fin de la unidad cultural europea o el continente ya venía desintegrándose con la crisis del siglo XIV?
-No considero a la Reforma luterana y calvinista como un factor destructivo de la unidad cultural europea sino, más bien, de todo lo contrario. Es el resultado directo de la evolución del saber que se había venido abriendo camino desde los albores del Medioevo. Más allá de una unidad cultural –o política, social o económica- propiciada o auspiciada por los poderes públicos está la unidad cultural del común de los ciudadanos –antiguos vasallos o súbditos- que habitan Europa. Y bien que lo hemos podido apreciar recientemente cuando la sociedad europea respondió silenciosamente a través de su voto ante las amenazas populistas que en numerosos países europeos se alzaban contra esa unidad tan dolorosamente conseguida durante décadas.
-El proceso de descolonización en el siglo XIX y la postmodernidad en el XX han cuestionado la visión paternalista de la civilización europea. ¿Cómo sería el mundo sin los aportes de la cultura occidental?
-Desde mi punto de vista, tan diferente que a duras penas me le puedo imaginar. A pesar de que los centros de poder y de decisión se encuentran ya algo distantes de Europa, es indudable que detrás de la Cultura Occidental, con mayúsculas, del mundo actual, se encuentra la idiosincrasia y la cultura más genuinamente europea. Desde el orden político y jurídico, pasando por la indumentaria, la expresión verbal, la cronología o el arte, Europa ha influido notablemente hasta en las culturas más alejadas, las del Oriente (un concepto este, igualmente, proporcionado por la óptica espacial o geográfica europea).
-Escritores como Niall Ferguson se han referido recientemente al auge y decadencia de Occidente. ¿Está de acuerdo con su diagnóstico?
-Entre el período medieval y la conclusión de la Segunda Guerra Mundial podemos establecer, sin temor a equivocarnos, el período de auge y esplendor de Europa en el mundo. Más difícil es el apreciar una decadencia como la que enuncia Niall Ferguson, salvo que esta última venga definida tan sólo por la pérdida de protagonismo que a nivel mundial está experimentando el continente europeo. En cualquier caso, la llamada "globalización" sigue teniendo acento "europeo" se mire por donde se mire. -El Reino Unido sorprende en la actualidad como una nación que ha mantenido orgullosamente muchas de sus tradiciones antiguas, pero que es al mismo tiempo muy vanguardista en el arte, la ciencia y la tecnología. ¿Por qué en países europeos como España la tradición suele concebirse como la peor enemiga de la innovación y el progreso? -Por un equivocado concepto de que las tradiciones son, en alguna medida, esclusa insalvable de la evolución y de la modernidad, atavismos que reprimen o anulan la innovación y el avance. Ahora bien, considero que tal concepción está más arraigada en sociedades cosmopolitas –caso de las grandes ciudades- que en el conjunto no-urbano de esa misma comunidad política. El Brexit triunfa más en la Gran Bretaña rural que en la urbana.
-¿Hay un futuro comunitario para Europa con movimientos independentistas en España y el Brexit? ¿Volveremos a la unidad dentro de la diversidad local -como lo ha sugerido el filósofo Daniel Innerarity- de un continente con un modelo más "medieval" que el propuesto en Westfalia?
-Los movimientos "independentistas" –o más propiamente "separatistas"- españoles han existido siempre, desde el Medioevo. Es consustancial al genio hispano, individualista, orgulloso y gregario, pero al mismo tiempo humanitario y generosamente entregado a los demás. En esta ocasión los movimientos "independentistas" surgidos en el territorio catalán tienen más de ambición política y de huida hacia adelante con el fin de eludir un procedimiento judicial abierto por malversación de fondos y apropiación indebida de caudales públicos por parte de aquellas autoridades nacionalistas que por espacio de más de tres décadas han venido rigiendo el gobierno del territorio, que de auténtico y generalizado sentimiento de "desconexión" al estilo de las repúblicas de la antigua Yugoslavia. Distinta naturaleza tienen los movimientos independentistas de otros países europeos como Gran Bretaña (caso de Escocia), Bélgica (con Flandes y Valonia) o Italia (con la Padania o el Alto Adigio o Tirol del Sur), en los que se dio una configuración estatal tardía. Por lo que se refiere a la Unión Europea, es necesario dar un giro radical a la política desarrollada hasta el momento en el que la ciudadanía quedaba al margen de las mayores decisiones políticas, económicas y sociales. Parece que en esta línea van los nuevos rectores de la Unión, tras la recapitulación conmemorativa del Tratado de Roma de abril del presente año.
-Usted participa actualmente como asesor académico en el programa "Tronos que comparten historia y presente" de la Junta de Castilla y León. ¿En qué consiste este programa?
-Bajo la iniciativa de varios profesores universitarios, el gobierno de la Comunidad Autónoma española de Castilla y León asumió bajo su patrocinio la puesta en marcha de un ambicioso Programa de Actividades que girará en torno a los Centenarios de la llegada al trono de la Corona de Castilla de monarcas como Fernando III (1217-1252) o Carlos I (1517-1555) y a los hechos más significativos de su tiempo (caso de la Revuelta de los Comuneros de 1520-1521). Por ahora las actividades aprobadas y puestas en marcha son la edición de un libro sobre Fernando III en el que se reproducirán sus más importantes documentos, junto a otros muchos objetos con los que se relacionó en vida; dos Congresos Científicos sobre Fernando III y Carlos I, que contarán con sus respectivas Actas; exposiciones temáticas y ciclos de conferencias que tendrán como marco a cada una de las capitales de la Comunidad.
Información sobre el curso: cem@ugm.cl - pablo.maillet@ugm.cl